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Ali un niño de 9 años, es enviado con el zapatero a remendar los zapatos de su hermanita Zahara. Al igual que él y que la mayoría de los niños iraníes los hermanos sólo cuentan con un par de zapatos y sus sandalias. De ahí, Alí pasa a la verdulería por unas papas que la madre le ha encargado. Al dejar momentáneamente el envoltorio de los zapatos en el puesto, el hombre de la basura los recoge por error y los arroja a su carrito. Alí, desesperado mueve todas las cajas de la verdulería y las tira y es corrido por el furioso dueño. Regresa a casa desconsolado y habla con su hermana para pedirle que no diga nada a sus padres: la madre está enferma y tiene dificultades para hacer las tareas del hogar, el marido es un hombre severo pero comprensivo que hace múltiples trabajos. Para evitar ser castigado y evitarles a su vez el enojo a sus padres, Alí, propone a Zahara que mientras encuentra los zapatos, ella se lleve las sandalias de él e intercambien los únicos zapatos a la salida de clases aprovechando que el entra al mismo tiempo que ella sale de la escuela. Todo se complica ya que para hacer el intercambio tienen que verse a la mitad del camino y él llega tarde a clases pese a que es un alumno de excelencia y el Director de la escuela piensa por ello, que es un flojo, sin faltar otras dificultades que surgen día a día. Sin embargo, en paralelo a la experiencia de acompañar a su padre a hacer trabajos de jardinería en la ciudad y de la investigación que Zahara hace con los zapatos de sus compañeras buscando quien podría tener unos igual a los suyos, surge la oportunidad de obtener un par de zapatos nuevos, ya que Alí convence a su profesor de deportes para que le permita participar en una carrera infantil donde el Tercer Lugar ganará unos tenis.







